lunes, junio 29, 2009

The dance...

Counsciousness expresses itself trhough creation. This world we live in is the dance of the creator. Dancers come and go in the twinkling of an eye but the dance lives on. On many an occasion when I am dancing, I have felt touched by something sacred. In those moments, I felt my spirit soar and become one with everything that exists.

I become the stars and the moon.
I become the lover and the beloved.

I become the victor and the vanquished.
I become the master and the slave.
I become the singer and the song.

I become the knower and the known.

I keep on dancing then it is the eternal dance of creation. The creator and creation marge into one wholeness of joy. I keep on dancing... And dancing... And dancing, until there is only.. The dance.
----Michael Jackson


Iba a copiar esto de la web. No pude, tuve que transcribirlo directo del álbum Dangerous; aquél que compré a los 10 años con mis ahorros. Este es mi pequeño tributo a aquél artista que formó parte de mi infancia. Aquél a quien defendí cuando pasaba por malos momentos. Aquél a quien de un momento a otro guardé en un cajón, pero que jamás olvidé. Aquél que de a poco me decepcionó y después entendí que detrás había un ser humano débil, inmaduro y con errores. Muy tarde, pero lo entendí. Para mí el rey del pop murió hace tiempo. Lo que se fue ahora, fue su representante, quién se negaba a dejar que la leyenda fuera olvidada.

Un representante humano al fin. Un artista que se llenaba de vida en el momento en que creaba algo y exponía su alma. Pero ser humano. Fue tan repentino y mi recuerdo de lo que significó para mí era tan lejano, que no me afectó. No como cuando lloré cuando vi el concierto por televisión en el estadio Azteca al que no pude ir porque era sólo un niño sin las posibilidades de asistir a algo de tal magnitud.

Muchos recuerdos de mi niñez están asociados a él. Y ni siquiera me había dado cuenta.

Born To Amuse, To Inspire, To Delight
Here One Day
Gone One Night

Like A Sunset
Dying With The Rising Of The Moon
Gone Too Soon

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Now playing: Concha Buika - Triunfo
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viernes, junio 19, 2009

Sobre la violencia...

Por mucho tiempo Artaud ha sido una de mis principales influencias, no precísamente por lo que fue, sino por lo que dejó. La crueldad y la violencia siempre fueron para mí temas apasionantes desde el punto de vista tanto estético como dramático. Aunque con ambas cosas es muy fácil caer en un vicio terrible y uno es susceptible de transformarse en un creador efectista; llámese actor, director, escultor, you name it. Cuando aprendí que el teatro no sólo servía para "expresar", tuve la curiosidad de saber para qué más. Fue ahí donde un mundo enorme se abrió ante mis ojos.

Entonces apareció lo violento, lo erótico, lo cruel. Instintos puramente básicos, pero es ahí, en esa simpleza animal en donde se encuentran las herramientas más eficaces para ser escuchado y que lo que dices resuene no sólo en la cabeza y los oidos del espectador, sino también en sus pechos y estómagos. Hace tiempo escribía que para llegar a la gente no basta con hacerlos llorar o reír; antes de que empiecen a disfrutar lo que haces debes provocarles náuseas. Para qué? Es sencillo: La gente retiene y empatiza más con aquello que duele, con lo que lastima. La conexión creador-espectador es mucho más fácil si no se busca la delicadeza.

Transgredir al otro sin tocarlo, sin dirigirse a un individuo en sí, sino a una raza. Cuando violentas a un ser humano violentas a todos y eso el espectador lo siente. No es nada nueva la violencia teatral, incluso cuando por primera vez un actor rompió la cuarta pared y se dirigió a un miembro de la audiencia ese acontecimiento fue violento en sí mismo. El teatro nunca volvió a ser igual desde entonces. A partir de ahí el teatro se ha convertido en una herramienta de protesta, aunque yo prefiero llamarla de exposición. La violencia proviene de sensaciones meramente egoistas, nadie es violento por un bien común. Ni siquiera las revoluciones responden enteramente a un beneficio total para la comunidad.

Exponer la violencia inherente en la mente humana es descubrir los deseos de cualquiera y al mismo tiempo ofrece una perspectiva de un acto tristemente común, simple y básico. Con consecuencias y todo. Cuando el espectador se retuerce en su butaca la exposición ha sido todo un éxito.

El mundo cotidiano es frágil, las barreras entre seres humanos también, aunque muchas veces resultan ser demasiado gruesas. Pero siempre es posible romperlas y entrar en ellas como un furioso huracán, hacer los destrozos dentro y permitirle sanar. Lo que se buscaría con esa sanación es que el espectador hurgue en su interior, hacerlo reciclarse y renovarse. El creador mismo se recicla también con cada barrera que rompe. Todo es recíproco y nadie se va con las manos vacías.

La violencia, finalmente es una manera de hacer las cosas. Es una forma de agrietar murallas para finalmente ser derrumbadas. El teatro (o cualquier otro arte) es la herramienta para lograrlo y el creador es un ejecutante. De su pericia con la herramienta depende el éxito del método.

Se que dejo muchas cosas inconclusas, pero hey... Justo ahora me bloqueé por un percance con mi memoria, así que aquí dejo esto antes de comenzar a divagar.

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Now playing: Concha Buika - Ay de mi primavera
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jueves, junio 04, 2009

Jardín de pulpos!

Ajuuuum! Así empezó el taller/casting para "Jardín de pulpos" de Arístides Vargas. Cinco meses de trabajo que empezaron con un bostezo, una estiradita y una sacudida. Como la mayoría coincidimos, fue como despertar. Y es que con el letargo de los últimos meses ya nos hacía falta ponernos a trabajar.

Personalmente era algo que mi cuerpo me pedía a gritos. Estaba tan instalado en una rutina tremenda, en una vida por demás monótona en la casa de mis padres (no les echo la culpa a ellos, sino a mí por dejarme arrastrar) y mi cabeza estaba ya a punto de estallar. Sentía que el corazón se me salía del pecho y que con cada exhalación se me escapaba un poquito de vida. Cómo no? si la estaba desperdiciando mientras hacía nada en absoluto.

Una de las chicas en el grupo supo fácilmente ponerlo en palabras. Encierro. Bueno, es sólo una palabra. Finalmente hoy que salí para allá iba pensando en qué podía esperar y esperando ya muchísimas cosas de antemano, afortunadamente quedé sorprendido, incluso de mí mismo. Estaba predispuesto, aunque el obstáculo que la predisposición supone fue nulo, simplemente se me olvidó. Volví a sentirme libre, con mi cuerpo azotando violéntamente en el espacio. Todo lo que mi cabeza había reunido por meses salió con explosivas bocanadas de aire. Y finalmente la calma volvió, como hacía mucho tiempo que no la sentía.

Es muy distinto ponerme a escuchar música sólo en mi cuarto a escuchar a mi cuerpo latir, sentir mis piernas moverse. Estar agotado y estallar de súbito negando el agotamiento. Es una meditación opuesta a lo que cualquiera pensaría. Como nunca antes experimenté con mi voz, con mi aire, con mi cara, mi cabello. En fin, fue como volver a ser joven, pero con el plus de la experiencia de los años.

En cuanto al trabajo en equipo, pues creo que será fácil. Los conozco, pero jamás había trabajado con ellos en plan "profesional". Auguro resultados que me dejarán satisfecho. Es que... Hace tiempo escribí un texto con una premisa muy similar a la del "Jardín...", así que disposición de mi parte, la hay.

El cansancio se está haciendo presente, así que concluyo para largarme a tomar un baño. El dolor de músculos de mañana será infinitamente reconfortante.

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Now playing: Interpol - Leif erikson
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lunes, junio 01, 2009

Reflexionando sobre Artaud.

Hablar en un principio sobre Antonin Artaud podría llevarnos de inmediato a hablar de locura y rebeldía, sin embargo hay mucho más allá de la locura superficial que se percibe en primera instancia; existe un balance difícil de entender y más aún difícil de explicar.

Una de las cosas que me atraparon desde mi primer lectura de El teatro y su doble fue la de sugerir que la cordura no era más que un estado alterado de la mente, en el que todos los deseos y verdaderas acciones y detonadores de la vida eran reprimidos y dosificados. En pro de un bien común, añadiría yo: La convivencia pacífica. Pero esta convivencia atañe únicamente a la vida común y corriente, al mundo cotidiano y civilizado. Allí donde la verdadera naturaleza del ser humano necesita vivir aparece la locura en su estado más puro. Esta naturaleza básica, primitiva, grita por ser escuchada; es cuando en un principio utilizamos el ritual para hacerla hablar. No hay más dios que nosotros mismos y no hay mejor manera que hacerlos hablar sino es a través de nuestros propios cuerpos.

A veces esa locura se desata y entra en conflicto con el mundo "normal" y civilizado, pero otras veces sólo lo provoca, sin dañarlo. Lo rasga, pero no lo lastima. Existe un balance que nos demuestra que el borde entre ambos es mucho más frágil de lo que imaginamos; nos demuestra que hay cosas que están ahí, por más que evitemos verlas.

Es entonces donde Artaud golpea mis ideas. Si me considero como un simple actor, como repetidor de fórmulas y reproductor de sonidos estaré alimentando al Gargantúa en el que se ha transformado el espectador actual, el que presiona un botón y come sin lavar su comida. Hace un año veía a Artaud de una manera, hace 6 meses de otra y así, con el pasar del tiempo. Yo no quiero ser comida chatarra, yo quisiera ser el alimento de aquél que busca volver a lo orgánico, a lo básico, a lo que la tierra proporciona.

Si pienso en el teatro como una comunicación no sólo con el espectador sino como una comunicación entre él la tierra y yo ese proceso se clarifica en gran medida; al menos para mí. Ya no necesito a un dios que cuide mis pasos, sino que lo construyo y lo redescubro en cada ensayo y en cada función. No necesito una oración para ser escuchado, basta con abrir los ojos y mirar de frente al espectador para saber que ahí está la verdadera magia.

La alquimia no produce nada de la nada, por el contrario. Es la energía provocada por esa relación actor-espectador el catalizador perfecto para que lo intangible se vuelva tangible. La energía aparece de algún modo; no es una cuestión física, es cuestión de deseo, de fe.

Ya no se trata de una búsqueda ciega de lo que podría o no querer, ya no se trata de un fanatismo por una comunión espiritual. Es una necesidad compartida de respirar, de alimentarnos y descubrirnos los unos a los otros en las múltiples formas en las que podemos existir.

Es por eso que ahora entiendo cómo el teatro debería provocar esa necesidad. Debe hacernos ver hacía adentro mientras el efecto de esa visión se hace presente por fuera. Antes que provocar lástima, risa o empatía, debería provocar asco, miedo, furia o hambre. Debería atacar a nuestros instintos más básicos, provocar curiosidad, pero esa curiosidad chismosa que nos invita a indagar más y más y que ya es provocadora en sí misma.

Es entonces cuando descubro los procesos del teatro cruel.

En la manera en que lo veo, el teatro cruel no es un teatro agresivo o físicamente violento. O al menos esto no es un requisito indispensable. El teatro cruel es el medio para hacerse necesario a sí mismo.

La crueldad es una potencialidad, una fuerza oculta que antecede al deseo y busca su cumplimiento sea este posible o no. La violencia es todavía más sangrienta y agresiva que la violencia física, pues alude directamente a lo más oculto de nuestra mente, va directamente a donde pocos se atreven a ir. Necesita traspasar esa capa que constituye el límite entre la cordura y la locura.

Lo cruel no es lastimar a otro, sino lastimar el entorno cotidiano sin hacernos daño. El daño es hacia ese mundo civilizado, que es quien debería buscar la forma de curarse tras haber sido dañado. Esto también debería convertirse en una necesidad. El actor no es el único en quien debería ocurrir una catarsis, sino también en el espectador mismo.

El teatro es parte de la vida y no una simple representación de ésta. Es entonces donde deberíamos buscar, también como espectadores, el alivio al dolor de la vida en la vida misma. A esto Artaud lo define como una terapéutica.

Finalmente, en estos momentos, puedo considerar al teatro no como una cura milagrosa, sino como una herramienta de equilibrio entre los dos estados de la mente que menciono. Es como una vacuna conteniendo el agente perjudicial que me prepara para la verdadera enfermedad.



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Now playing: The Mars Volta - Agadez
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