Al menos no a corto plazo... Tal vez en contadas ocasiones. Tampoco lo hace el silencio ni lo que yo creo que es prudencia y tal vez, sólo tal vez, sea pendejez. Incluso siento que me aventuro demasiado tildándome de generoso cuando ni siquiera debería adjetivarme a mí mismo con semejante palabra. Bien, se que me di una licencia, pero no lo vuelvo a hacer, que me califiquen los demás que yo sólo me ocuparé de ser y hacer lo que me hace sentir bien conmigo.
Por eso no creo estar equivocado por la manera en que llevo mi vida, acompañándome sólo de aquellos que realmente me importan y no de quienes creo que se interesan por mí. Esos se irán; a los otros me importa tenerlos o al menos sentirlos cerca.
A veces me pregunto por qué disfruto (o soporto?) lacónicamente el trabajo que me encierra, haciendo lo que debo hacer sin estar en ningún otro lado más que aquí y ahora; sabiendo que si me equivoco y fallo será por mí y por nadie más. Me pregunto si está bien disfrutar cuando el mundo gira velozmente y yo avanzo y observo con calma, lentitud y atención. Me pregunto si está bien no formar parte del mundo disperso, imprudente y urgido de atención que veo a mi alrededor... Me pregunto si el teatro es así en todas partes... Me pregunto si debería irme... Me pregunto muchas cosas.
Lo que me impulsó hoy a venir y escribir fueron las ganas de despotricar contra todo y todos; por la falta de consideración de algunos, por la imprudencia de otros, por los oídos sordos, por esto y por aquello. Pero nuevamente esa personalidad tan mía salió al quite, a decirme que no era necesario y que era perder mi tiempo. Que si mi cumpleaños lo pasé ensayando con infección de bronquios y fiebre era porque el mundo giró chueco ese día y lamentablemente no se podía hacer nada al respecto. Nadie tenía por qué saberlo y mucho menos yo tenía la necesidad de anunciarlo como el evento del año. Era mi evento del año y de nadie más. Esa personalidad tan mía me dijo que esa noche no necesité levantarme de mi cama para tener cerca a aquellos que me aman; a aquellos a quienes amo.
¿Que si duele? Sí, duele y mucho. No darle demasiada importancia a las cosas no significa que no sienta. Sobre todo cuando esa parte negra que todos tenemos en el alma me repite una y otra vez que mi esfuerzo no sirvió de nada y que valdría más la pena ser ese mexicano valemadres que el pendejo que vive para y por lo que hace.
Eso dice la parte negra. Yo le digo que debemos esforzarnos y aprender, aunque duela. Yo le digo que no debe guardar rencor ni mucho menos contra aquellos que, por ignorancia, celebran al cínico. Le digo también que no es necesario regodearnos en el amor hipócrita y de dientes para afuera; sobre todo si también es fruto de la ignorancia.
Y finalmente me digo a mí que debo celebrarme solo, mis logros y fracasos (sobre todo los fracasos), mis sacrificios y recompensas. Me reconozco a mí mismo lo mucho o poco que he logrado. Me reconozco como persona y sobre todo como aprendiz constante de la vida. Porque así no necesitaré que nadie venga y me diga: "Eres grande", "Te amamos", "Tienes mi aprobación", etc. Si el amor llega con sinceridad, aunque sea a cuentagotas, siempre será bien recibido.
Se que gracias a esto el día de mañana trabajaré más duro para que mi trabajo me deje satisfecho a mí y no a papi y mami, ni a niña bonita, ni a fan número 1. Estaré satisfecho conmigo mismo cuando el espectador desconocido comparta mis dolores y alegrías; sólo así. Se que será difícil, pero también se que no quiero irme porque allí puedo crecer. Lo difícil será ser yo cuando el mundo no sólo gire velozmente, sino cuando lo haga tan cerca que me lleve arrastrando entre las patas como el día de hoy. Afortunadamente he podido dejar aquí todo eso y puedo seguir viviendo sin obstáculos que opriman mi alma. Puedo seguir sonriendo y disfrutando de este mundote y de esta ciudad que cada vez veo más pequeña.
Hace tiempo que no me leía tan... ambiguo. Hacía tiempo que no escribía para mí.
Por eso no creo estar equivocado por la manera en que llevo mi vida, acompañándome sólo de aquellos que realmente me importan y no de quienes creo que se interesan por mí. Esos se irán; a los otros me importa tenerlos o al menos sentirlos cerca.
A veces me pregunto por qué disfruto (o soporto?) lacónicamente el trabajo que me encierra, haciendo lo que debo hacer sin estar en ningún otro lado más que aquí y ahora; sabiendo que si me equivoco y fallo será por mí y por nadie más. Me pregunto si está bien disfrutar cuando el mundo gira velozmente y yo avanzo y observo con calma, lentitud y atención. Me pregunto si está bien no formar parte del mundo disperso, imprudente y urgido de atención que veo a mi alrededor... Me pregunto si el teatro es así en todas partes... Me pregunto si debería irme... Me pregunto muchas cosas.
Lo que me impulsó hoy a venir y escribir fueron las ganas de despotricar contra todo y todos; por la falta de consideración de algunos, por la imprudencia de otros, por los oídos sordos, por esto y por aquello. Pero nuevamente esa personalidad tan mía salió al quite, a decirme que no era necesario y que era perder mi tiempo. Que si mi cumpleaños lo pasé ensayando con infección de bronquios y fiebre era porque el mundo giró chueco ese día y lamentablemente no se podía hacer nada al respecto. Nadie tenía por qué saberlo y mucho menos yo tenía la necesidad de anunciarlo como el evento del año. Era mi evento del año y de nadie más. Esa personalidad tan mía me dijo que esa noche no necesité levantarme de mi cama para tener cerca a aquellos que me aman; a aquellos a quienes amo.
¿Que si duele? Sí, duele y mucho. No darle demasiada importancia a las cosas no significa que no sienta. Sobre todo cuando esa parte negra que todos tenemos en el alma me repite una y otra vez que mi esfuerzo no sirvió de nada y que valdría más la pena ser ese mexicano valemadres que el pendejo que vive para y por lo que hace.
Eso dice la parte negra. Yo le digo que debemos esforzarnos y aprender, aunque duela. Yo le digo que no debe guardar rencor ni mucho menos contra aquellos que, por ignorancia, celebran al cínico. Le digo también que no es necesario regodearnos en el amor hipócrita y de dientes para afuera; sobre todo si también es fruto de la ignorancia.
Y finalmente me digo a mí que debo celebrarme solo, mis logros y fracasos (sobre todo los fracasos), mis sacrificios y recompensas. Me reconozco a mí mismo lo mucho o poco que he logrado. Me reconozco como persona y sobre todo como aprendiz constante de la vida. Porque así no necesitaré que nadie venga y me diga: "Eres grande", "Te amamos", "Tienes mi aprobación", etc. Si el amor llega con sinceridad, aunque sea a cuentagotas, siempre será bien recibido.
Se que gracias a esto el día de mañana trabajaré más duro para que mi trabajo me deje satisfecho a mí y no a papi y mami, ni a niña bonita, ni a fan número 1. Estaré satisfecho conmigo mismo cuando el espectador desconocido comparta mis dolores y alegrías; sólo así. Se que será difícil, pero también se que no quiero irme porque allí puedo crecer. Lo difícil será ser yo cuando el mundo no sólo gire velozmente, sino cuando lo haga tan cerca que me lleve arrastrando entre las patas como el día de hoy. Afortunadamente he podido dejar aquí todo eso y puedo seguir viviendo sin obstáculos que opriman mi alma. Puedo seguir sonriendo y disfrutando de este mundote y de esta ciudad que cada vez veo más pequeña.
Hace tiempo que no me leía tan... ambiguo. Hacía tiempo que no escribía para mí.