Crack-ups en los bolsillos?
Retro!
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Una vez conocí a una chica.
Que sabía volar.
Yo giraba la cabeza al cielo para verla pasar.
Un día
voló muy lejos...
... Y nunca más la volví a encontrar.
Años han pasado y el cielo volvió a brillar.
Tengo un libro bajo el brazo que gustoso le podría obsequiar.
Sin embargo yo no se en dónde ella piensa aterrizar.
Así que espero sentado,
tal vez frente a mi puerta
se venga
a
estrellar.
miércoles, marzo 23, 2011
sábado, marzo 19, 2011
Era, señor, una estrella...
Mire... Le contaré una historia, señor. ¿Le molesta que lo llame señor? ¿No? Me alegra, porque no lo haré de ninguna otra forma; de hecho es la única forma que se me ocurre, así que tendremos que lidiar con eso.
Decía que le contaré una historia, señor. Es la historia de una estrella. Una estrella que brillaba igual que las demás, con los mismos destellos, el mismo tono pálido en su superficie, los mismos extremos filosos y el mismo gusto por el helado. Sólo que como todas tenía su propio aroma y su propia mirada. No era especial, sólo era diferente... Tan diferente como todas las demás.
Le cuento, señor, que hace algunas noches se cayó de su puesto y escuchó de cerca un deseo. Uno que no se suponía que debía escuchar pero, en fin, se cayó y no hubo remedio. Era uno de esos deseos susurrados que sólo existen para tranquilizar el alma de la gente, pero no aspiran a transformarse. Aunque el potencial lo tienen. Lo escuchó y dudó un poco. No, dudo mucho, mucho. La estrella sabía que debía permanecer en su puesto, que era contra toda regla cumplir deseos susurrados. Pero hacía tanto que no cumplía un deseo que se sentía aburrida, triste y hasta cierto punto inútil. Nadie ha visto jamás una estrella desidiosa y ella no pensaba ser la primera. Así fue, señor, como la estrella se decidió.
Una noche, tan igual como las demás, bajó rebotando contra las nubes y cayó de cara al piso. Buscó por todos lados la voz que susurraba el deseo, sin mucho éxito. Pasó varios días deambulando entre callejones oscuros y correteando mariposas por campos verdes y amarillos; a veces olvidando su propósito, pero volviendo animada a la búsqueda cada vez que un cosquilleo en la oreja le decía para qué había bajado. No bajó para corretear mariposas, bajó para cumplir un deseo.
Debe saber, señor, que al cabo de unos días escuchó claramente el deseo, como si esta vez se lo susurraran directo en la barriga. Las estrellas, señor, escuchan mejor con la barriga, es una habilidad que obtuvieron cuando se dieron cuenta de que los oídos a veces transforman las palabras y terminan escuchando lo que quieren escuchar.
Así la estrella siguió a su barriga. Caminaba curiosa sin percatarse de nada más que el susurro hasta que descubrió que, sin darse cuenta, caminaba sobre un piso de tierra y la niebla abrazaba poco a poco el camino. Estaba asustada, pero decidida. Allá arriba había un lugar que, si no cómodo, era un lugar que había ocupado los últimos años de su vida, después de que la ascendieron de lucero. Había pasado tanto tiempo y había olvidado cuántos deseos había cumplido desde entonces. En realidad, señor, la estrella dudaba haber cumplido más de dos, tal vez tres, pero de ese tercero ella comenzaba a dudar si realmente existió.
Finalmente llegó a una casa vieja con el bailoteo de una luz atravesando por la ventana, una vela casi apagada que se movía por capricho del viento. Asomó sus ojos por el filo de la ventana y observó a un grupo de ratones que masticaban pedazos de galleta sobre la mesa. Los ratones la vieron, pero siguieron con la dura tarea de devorar las galletas. Entonces escuchó la voz de los susurros, fuerte y clara. No susurraba, no esta vez, sino que hablaba para sí mientras atravesaba las puertas de la casa. Era un niño pequeño, de esos que suelen jugar con el vapor que se acumula en las ventanas convirtiéndolo en un lienzo donde todo puede pasar.
La estrella, señor, lo miró con atención. ¿Este niño pidió el deseo? Se repetía. Parece tan feliz. Un niño como él no puede pedir un deseo de semejante naturaleza.
- Por eso lo susurraba, no quería que lo escuchara nadie.
Fue un susto tremendo, señor, la voz que escuchó de repente la estrella, quien volteó para todos lados buscando el origen.
- ¡Eh! ¡Tú! Aquí abajo.
Era uno de los ratones. Como era común en esta parte del pueblo, los ratones podían fácilmente meterse en asuntos que no les correspondían. Era un don o algo así.
- Sabe que va a morir, pero no quiere hacerlo como todos. Quiere que signifique algo para él. Quiere ser feliz, pero sabe que su felicidad lastimará a muchos. Por eso no quiere que le escuchen.
Señor, la estrella estaba muy confundida, pero ella también tenía un deseo y sabía lo fuertes que pueden ser. Sabía que nadie podía hacer nada cuando alguien desea, es contra toda regla. Su deseo era cumplir con su trabajo como estrella, era cumplir el deseo susurrado que tanto tiempo dio vueltas en su cabeza. No podía hacer nada al respecto.
Y era terrible.
Creía ser una especie de demonio. Pero simple y sencillamente era una estrella, como todas.
Con un deseo.
Pasó varios días, señor, observando a ese niño. Lo veía comer, lo veía jugar, lo veía reír y lo veía llorar. ¡Cuántas veces lo habrá visto llorar! Para ella no era dificil permanecer quieta asomada a la ventana. Era lo mismo que hacía allá arriba. Permanecer quietecita y casi sin moverse de su posición. Tantos años hizo lo mismo.
Y ahora, por un descuido, todo dio vueltas y vueltas.
Un día no lo pensó dos veces y fue donde el niño jugaba con un montón de tierra.
- ¿Qué haces?
- Nada. Dijo él, que no veía una estrella, sino a una niña con las mejillas todas rojas por el frío de ese día.
- Conozco tu secreto. Tu deseo.
El niño cambió de color y los cabellos de su nuca se erizaron, pero no por el frío. El niño, señor, sonrío como nunca lo había hecho. Para chicos de su edad es difícil ocultar las cosas. Son valientes y un poco tontos. Observó a la estrella y asintió con la cabeza.
- Me atrapaste. Hace tanto tiempo que lo deseo. Sólo quiero ser feliz cuando todo termine, sea cual sea el final.
Ya no era una niña. En sus ojos, aquel niño pudo ver un resplandor que nunca en su vida había visto. Sabía que no era una niñita de mejillas rojas. Era parte de su deseo cumplido.
- ¿Estás seguro?
- Sea cual sea el final.
- Trece gotas de saliva y un par de botas negras.
- Así podré morir de sed o de cansancio.
- Pero feliz.
- La sed y el cansancio nos indican que el camino valió la pena, ¿no?
- No lo se. Yo sólo cumplo deseos.
Decía que le contaré una historia, señor. Es la historia de una estrella. Una estrella que brillaba igual que las demás, con los mismos destellos, el mismo tono pálido en su superficie, los mismos extremos filosos y el mismo gusto por el helado. Sólo que como todas tenía su propio aroma y su propia mirada. No era especial, sólo era diferente... Tan diferente como todas las demás.
Le cuento, señor, que hace algunas noches se cayó de su puesto y escuchó de cerca un deseo. Uno que no se suponía que debía escuchar pero, en fin, se cayó y no hubo remedio. Era uno de esos deseos susurrados que sólo existen para tranquilizar el alma de la gente, pero no aspiran a transformarse. Aunque el potencial lo tienen. Lo escuchó y dudó un poco. No, dudo mucho, mucho. La estrella sabía que debía permanecer en su puesto, que era contra toda regla cumplir deseos susurrados. Pero hacía tanto que no cumplía un deseo que se sentía aburrida, triste y hasta cierto punto inútil. Nadie ha visto jamás una estrella desidiosa y ella no pensaba ser la primera. Así fue, señor, como la estrella se decidió.
Una noche, tan igual como las demás, bajó rebotando contra las nubes y cayó de cara al piso. Buscó por todos lados la voz que susurraba el deseo, sin mucho éxito. Pasó varios días deambulando entre callejones oscuros y correteando mariposas por campos verdes y amarillos; a veces olvidando su propósito, pero volviendo animada a la búsqueda cada vez que un cosquilleo en la oreja le decía para qué había bajado. No bajó para corretear mariposas, bajó para cumplir un deseo.
Debe saber, señor, que al cabo de unos días escuchó claramente el deseo, como si esta vez se lo susurraran directo en la barriga. Las estrellas, señor, escuchan mejor con la barriga, es una habilidad que obtuvieron cuando se dieron cuenta de que los oídos a veces transforman las palabras y terminan escuchando lo que quieren escuchar.
Así la estrella siguió a su barriga. Caminaba curiosa sin percatarse de nada más que el susurro hasta que descubrió que, sin darse cuenta, caminaba sobre un piso de tierra y la niebla abrazaba poco a poco el camino. Estaba asustada, pero decidida. Allá arriba había un lugar que, si no cómodo, era un lugar que había ocupado los últimos años de su vida, después de que la ascendieron de lucero. Había pasado tanto tiempo y había olvidado cuántos deseos había cumplido desde entonces. En realidad, señor, la estrella dudaba haber cumplido más de dos, tal vez tres, pero de ese tercero ella comenzaba a dudar si realmente existió.
Finalmente llegó a una casa vieja con el bailoteo de una luz atravesando por la ventana, una vela casi apagada que se movía por capricho del viento. Asomó sus ojos por el filo de la ventana y observó a un grupo de ratones que masticaban pedazos de galleta sobre la mesa. Los ratones la vieron, pero siguieron con la dura tarea de devorar las galletas. Entonces escuchó la voz de los susurros, fuerte y clara. No susurraba, no esta vez, sino que hablaba para sí mientras atravesaba las puertas de la casa. Era un niño pequeño, de esos que suelen jugar con el vapor que se acumula en las ventanas convirtiéndolo en un lienzo donde todo puede pasar.
La estrella, señor, lo miró con atención. ¿Este niño pidió el deseo? Se repetía. Parece tan feliz. Un niño como él no puede pedir un deseo de semejante naturaleza.
- Por eso lo susurraba, no quería que lo escuchara nadie.
Fue un susto tremendo, señor, la voz que escuchó de repente la estrella, quien volteó para todos lados buscando el origen.
- ¡Eh! ¡Tú! Aquí abajo.
Era uno de los ratones. Como era común en esta parte del pueblo, los ratones podían fácilmente meterse en asuntos que no les correspondían. Era un don o algo así.
- Sabe que va a morir, pero no quiere hacerlo como todos. Quiere que signifique algo para él. Quiere ser feliz, pero sabe que su felicidad lastimará a muchos. Por eso no quiere que le escuchen.
Señor, la estrella estaba muy confundida, pero ella también tenía un deseo y sabía lo fuertes que pueden ser. Sabía que nadie podía hacer nada cuando alguien desea, es contra toda regla. Su deseo era cumplir con su trabajo como estrella, era cumplir el deseo susurrado que tanto tiempo dio vueltas en su cabeza. No podía hacer nada al respecto.
Y era terrible.
Creía ser una especie de demonio. Pero simple y sencillamente era una estrella, como todas.
Con un deseo.
Pasó varios días, señor, observando a ese niño. Lo veía comer, lo veía jugar, lo veía reír y lo veía llorar. ¡Cuántas veces lo habrá visto llorar! Para ella no era dificil permanecer quieta asomada a la ventana. Era lo mismo que hacía allá arriba. Permanecer quietecita y casi sin moverse de su posición. Tantos años hizo lo mismo.
Y ahora, por un descuido, todo dio vueltas y vueltas.
Un día no lo pensó dos veces y fue donde el niño jugaba con un montón de tierra.
- ¿Qué haces?
- Nada. Dijo él, que no veía una estrella, sino a una niña con las mejillas todas rojas por el frío de ese día.
- Conozco tu secreto. Tu deseo.
El niño cambió de color y los cabellos de su nuca se erizaron, pero no por el frío. El niño, señor, sonrío como nunca lo había hecho. Para chicos de su edad es difícil ocultar las cosas. Son valientes y un poco tontos. Observó a la estrella y asintió con la cabeza.
- Me atrapaste. Hace tanto tiempo que lo deseo. Sólo quiero ser feliz cuando todo termine, sea cual sea el final.
Ya no era una niña. En sus ojos, aquel niño pudo ver un resplandor que nunca en su vida había visto. Sabía que no era una niñita de mejillas rojas. Era parte de su deseo cumplido.
- ¿Estás seguro?
- Sea cual sea el final.
- Trece gotas de saliva y un par de botas negras.
- Así podré morir de sed o de cansancio.
- Pero feliz.
- La sed y el cansancio nos indican que el camino valió la pena, ¿no?
- No lo se. Yo sólo cumplo deseos.
miércoles, marzo 16, 2011
Perfect Blue - Omoide Ni Dakarete Imawa
Ser otro... Diferente ser... Nos volvemos grises y aparentes.
A veces me pasa que le doy la vuelta a la realidad de muchas formas... O bueno, ya no; pero desde el fin de semana volví a hacerlo. A veces escribía, escuchaba música o simplemente dormía por horas, hasta el punto de abandonar mis obligaciones...
Algunos desean ser otro, algunos desean otras vidas y así...
A veces me pasa que le doy la vuelta a la realidad de muchas formas... O bueno, ya no; pero desde el fin de semana volví a hacerlo. A veces escribía, escuchaba música o simplemente dormía por horas, hasta el punto de abandonar mis obligaciones...
Algunos desean ser otro, algunos desean otras vidas y así...
itami sae kanjirarenai ikikata erande'ruHe tenido el coraje para tomar ciertas decisiones, aún a pesar del dolor que me generan a mí o a los que me rodean. También he sido lo suficientemente cobarde como para no tomarlas por temor a ese dolor. A veces sólo duele y ya. A veces es tan intenso que creemos que vamos a morir. A veces sólo queremos morir.
...y elegir una vida en la que no pueda sentir dolor
omoide ni dakarete ima wa okubyou ni nattePero no lo hacemos; algo nos retiene. Sabemos muy dentro de nosotros que siempre habrá tiempos mejores. Algunos se impacientan y otros deciden esperar... Esperar... Esperanza... La siempre traicionera y maliciosa esperanza...
Por culpa de mis recuerdos, justo ahora, me vuelvo cobarde...
No reparaba en estas cosas cuando vi por primera vez esta película. He cambiado, he evolucionado... No se si madurado, pero soy otro. Inevitablemente.
Aún recuerdo cuando era un tipo de 19 años que no sabía qué diablos hacer con su vida, que parecía que cada vez se hacía más corta y un día, entre lágrimas, se dio cuenta de que vendrían tiempos mejores... Recordó a su familia y los llamó para que lo rescataran... Era joven, tonto y sin experiencia en absolutamente nada. Ni siquiera en lo que los jóvenes de su edad ya eran expertos... En fin. Decidió que lo mejor sería convertirse en otro y lo hizo durante mucho tiempo y de distintas formas; primero como un juego de nerds y después como una forma de vida... Aún sigo transformándome en muchos, no sólo en el teatro... Sólo Jah sabe cuánto extraño al nerd!
Vuelvo a sentirme como antes... Con esas ganas de escribir tonterías. Cosas como esta que van de un tema a otro y soy sólo yo quien las entiende completamente.
Así está bien.
Así estaremos bien...
lunes, marzo 14, 2011
Dreaming my dreams
Imposible... Improbable... Increíble... Insensato...
Dieta de sensatez durante tres días y de vuelta a casa... Dieta de alimento porque el refrigerador esta vacío, porque la estufa está fría y el apetito desaparecido. A dieta y agradecido por un viaje que inicié con dificultad, zozobra y expectación, pero que finalmente deseé que no terminara.
Dieta de sensatez durante tres días y de vuelta a casa... Dieta de alimento porque el refrigerador esta vacío, porque la estufa está fría y el apetito desaparecido. A dieta y agradecido por un viaje que inicié con dificultad, zozobra y expectación, pero que finalmente deseé que no terminara.
You knew my ideas when they were in my head
They were my secret evening plans
Wine then bed then more then again, wine then bad then more then again
They were my secret evening plans
Wine then bed then more then again, wine then bad then more then again
- Hola, soy Carlo...
Welcome to reality, what a bitch... Cada vez que viajo (o viajamos, porque no creo que sólo me pase a mí) la realidad se vuelve un poco nebulosa. Depositados en otro entorno somos diferentes porque nos adaptamos de otra manera, nuestros sentidos se agudizan y se entorpecen tantas veces al día que actuamos con total libertad de ser y hacer. Yo vi y sentí tantas cosas que al final la realidad era un hilito de sangre asomando por el horizonte, crepúsculos los llaman unos, a través de la ventana del autobús y mientras más tiempo pasaba, más pequeño se hacía. Bastó con que durmiera un poco para que me despertara a golpes diciendo que nunca desaparece, sólo se hace pequeña.
- Ya llegamos...
Describir este viaje sería muy diferente a describir otro por la sencilla razón de que este estuvo lleno de sensaciones, aromas, lágrimas y deseos cumplidos, graciosamente, a medias. Si hubieran sido imágenes más claras bastaría con decir que los cielos eran azules, amarillos o morados y el viaje estaría descrito. Pero no... Los cielos eran de colores que no se decidían a ser y los aromas eran suaves y dulces. Los sonidos y la palabras viajaban por el aire con tal fuerza que marcaban nuestros rostros apenas rozándolo un poco, o con tanta calidez que era necesario pedirle al viento que nos las llevara de nuevo a los oídos.
Las fotografías servirían y mucho, sin embargo creo que tengo algunas de las mejores fotografías que he recolectado en un viaje. ¿Qué mejores fotografías que las experiencias y vivencias que se acumularon en tres días?
¿Que mejores fotografías que sentir el tacto de la gente real?
Compruebo una vez más que nuestro trabajo realmente vale la pena para aquellas personas que lo sienten en carne propia. Nunca olvidaré ese rostro y esos ojos quemados por el sol del semidesierto, esas manos duras y fuertes estrechando mis manos urbanas y esas lágrimas extrañas que no sabían cómo salir mientras me decían: "Sentía que era yo... No se... No se... Que bonito lo hicieron... No se... Sentía que era yo". Sigo escuchando con curiosidad las críticas a nuestro trabajo mientras sonrío y asiento tímidamente con la cabeza, sabiendo que nunca será tan malo como la gente desea que lo sea. Y aquél hombre de campo me ayudará siempre a reconocer con humildad mi trabajo y el ajeno. "Era usted señor... Éramos todos", le respondí entre lágrimas y con la voz entrecortada. Se fue, di la media vuelta y en un abrazo solté a llorar.
- Gracias.
Me reconocí, reconocí mi origen aún lejos de mi tierra. Me encontré de nuevo con la amistad y volví a conocer personas por la necesidad de conocerlas de nuevo. Personas reales y, si no ausentes de, sí con pocas ataduras. Pude ser yo sin escuchar prejuicios sobre mí. Pude ser yo al hablar, al caminar, al dormir... Al reír y al llorar... Enteramente yo como casi nunca lo hago.
- Me da miedo...
Nuevamente me he transformado...
- Ya llegamos...
Describir este viaje sería muy diferente a describir otro por la sencilla razón de que este estuvo lleno de sensaciones, aromas, lágrimas y deseos cumplidos, graciosamente, a medias. Si hubieran sido imágenes más claras bastaría con decir que los cielos eran azules, amarillos o morados y el viaje estaría descrito. Pero no... Los cielos eran de colores que no se decidían a ser y los aromas eran suaves y dulces. Los sonidos y la palabras viajaban por el aire con tal fuerza que marcaban nuestros rostros apenas rozándolo un poco, o con tanta calidez que era necesario pedirle al viento que nos las llevara de nuevo a los oídos.
Las fotografías servirían y mucho, sin embargo creo que tengo algunas de las mejores fotografías que he recolectado en un viaje. ¿Qué mejores fotografías que las experiencias y vivencias que se acumularon en tres días?
¿Que mejores fotografías que sentir el tacto de la gente real?
Compruebo una vez más que nuestro trabajo realmente vale la pena para aquellas personas que lo sienten en carne propia. Nunca olvidaré ese rostro y esos ojos quemados por el sol del semidesierto, esas manos duras y fuertes estrechando mis manos urbanas y esas lágrimas extrañas que no sabían cómo salir mientras me decían: "Sentía que era yo... No se... No se... Que bonito lo hicieron... No se... Sentía que era yo". Sigo escuchando con curiosidad las críticas a nuestro trabajo mientras sonrío y asiento tímidamente con la cabeza, sabiendo que nunca será tan malo como la gente desea que lo sea. Y aquél hombre de campo me ayudará siempre a reconocer con humildad mi trabajo y el ajeno. "Era usted señor... Éramos todos", le respondí entre lágrimas y con la voz entrecortada. Se fue, di la media vuelta y en un abrazo solté a llorar.
- Gracias.
Me reconocí, reconocí mi origen aún lejos de mi tierra. Me encontré de nuevo con la amistad y volví a conocer personas por la necesidad de conocerlas de nuevo. Personas reales y, si no ausentes de, sí con pocas ataduras. Pude ser yo sin escuchar prejuicios sobre mí. Pude ser yo al hablar, al caminar, al dormir... Al reír y al llorar... Enteramente yo como casi nunca lo hago.
- Me da miedo...
Nuevamente me he transformado...
All the things you said to me today
Changed my perspective in every way
These things come to mean
Too much to me
Changed my perspective in every way
These things come to mean
Too much to me
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