La última vez que pasé por acá aún era un actor de tiempo incompleto.
Sí, resulta que ya no. ¿Qué pasó en estos meses? Fácil, dejé el teatro. ¿Por qué? Estudio Veterinaria.
Muchas personas cuestionaron de una u otra forma mi decisión. Algunas me apoyaron, otras no entendían y a otros simplemente les dio igual. La verdad es que dejé de disfrutarlo. Tengo tantas cosas que decir que ni siquiera se por dónde empezar.
En fin, mi decisión inició cuando me di cuenta de que el teatro ya no me daba nada que me dejara satisfecho, en ningún aspecto, tanto personal como económico. Yo entré al teatro para hacer lo que me gustaba (o eso pensé), pero me di cuenta de que lo que de verdad me gustaba no necesariamente era lo que me hacía feliz. Se convirtió en una obligación, más que un gusto. Me gustaba crecer en los ensayos, aprender sobre lo que podía hacer, conocer mis límites y descifrar cómo superarlos. Eso era lo que me gustaba del teatro, sin embargo la escena no me gusta tanto. Recuerdo que cuando era adolescente e iba al teatro, al cine o al circo veía a los artistas y pensaba en lo mágico que parecía todo ese mundo. Que todos esos seres no debían ser humanos. Que se guardaban en una caja después de función o algo. Era magia. Entonces estudié teatro y descubrí que no hay magia o al menos para mí no la había. Había rencor, competencia, también risas, ¿por qué no?, había amor, matrimonios, supermercado, trabajo, hijos... Realidad. No hay magia en eso. No la hubo para mi. O bueno, no siempre la hubo. Existió magia en tanto disfrutaba mi trabajo conmigo, sin ojos, con mis compañeros, a solas.
Entonces pensé: "¿Qué caso tiene?" Lo importante del teatro es que te vean, ¿no? A mi no me gusta y ya no es por timidez, que después de todo lo que he logrado eso ya no tiene nada qué ver.
Es egoísmo.
Sí, es egoísmo y no me avergüenza decirlo. No me interesa que la gente vea mi trabajo, porque es mío. No me interesa que a la gente le guste o no lo que hago, porque no lo hago para nadie, sino para mí. Vamos, que no me interesa ni siquiera el calentamiento en grupo y eso es, de entrada, un enorme obstáculo. Y aquí viene lo que de verdad hizo que me diera cuenta de las cosas: Disfrutaba el proceso y no me importaba el resultado, por lo que a veces descuidaba un detalle y es que este es mi medio de sustento, según. Lo que a mi me gusta no me genera dinero, porque nunca intenté que así fuera. Así que entre broma y broma me di cuenta de que "necesitaba un trabajo de verdad".
Fue así cómo recordé mi primer pasión. Recordé lo que dio vueltas en mi cabeza durante más de 15 años. Antes de ser actor fui Veterinario. Antes de entrar a la primaria fui Veterinario.
Otra de las cosas que me llevó a tomar la decisión fue lo inútil que terminó pareciéndome el teatro. Yo siempre fui de la idea de que si iba a crecer lo haría en mi tierra, que no necesitaba "ir a donde había chamba", no por falta de ambición, sino por exceso de identidad. Necesitaba ver cómo mi tierra crecía. Sentía que debía cultivarla, pero no sirve porque los obreros están ocupados disfrutando su segregación. Sí, me incluyo. Me cansé también de ver cómo el artista "acciona". "Accionar", que palabra tan puta. Los libra a todos de tomar la responsabilidad social real que debería significar el teatro y entonces se la pasan "accionando" con la única finalidad de que los vean... Los demás teatreros.
Llegué a la conclusión de que yo no estoy hecho para el teatro, aunque el teatro sí esté hecho para mí. Y no me pesa. Tan pronto lo descubrí me liberé de un peso y una presión enormes. Mi personalidad choca con las necesidades del teatro, pero lo que el teatro me ofrece no deja de ser tentador de vez en cuando. Aún cuando llegan momentos como este y decido que es inútil.
Entonces decidí que era hora de dejar de "accionar". Era hora de actuar, de tomar acción. Era hora de dejar de compartir en Facebook cómo maltrataban a un pobre perro y empezar a hacer algo de verdad. Decidí aprender a curar, aprender a tomar acción. Decidí que era hora de que mis "acciones" tuvieran un efecto real en el mundo de alguien. Decidí que era momento de dejar de esperar un aplauso y un oscuro para pensar que mi trabajo estaba hecho. Decidí que hay algo que de verdad me apasiona y eso es la ciencia, la medicina, los animales. Sí, principalmente los animales porque he tenido suficiente de las personas.
¿Ven? Con esa actitud no llegaría muy lejos en el teatro.
Y entonces lo hice. Estoy aprendiendo eso que toda mi vida quise aprender y no logré en su momento porque era demasiado joven e inmaduro para tomar mi deseo y moldearlo con responsabilidad.
Hice mi examen de admisión sin saber que quedaría. Llegué el primer día de clases sin saber cuánto duraría ahí. Ese día regresé a casa feliz, sabiendo que haría algo verdaderamente útil para alguien y que además podría convertirse en mi trabajo.
Cuando estudiaba Medicina un amigo comentó de repente: "Qué chido, vamos a ser doctores". Yo en ese momento no compartí su entusiasmo y decidí salirme. Hoy constantemente me repito: "Qué chido, voy a ser Veterinario".
Me detuve un momento aquí para leer lo que había escrito y veo que cualquiera que no me conoce pensaría que mis palabras están llenas de frustración y rencor. Pero en realidad están llenas de libertad.
Aún tengo proyectos pendientes que no deseo abandonar. Se que hay por ahí, en algún lugar, un teatro perfecto para mí. Lo he visto, lo he tocado. Sólo es cuestión de volver cuando lo necesite y se que ahí estará, esperando por mi.
Ahora que estoy en Veterinaria recordé lo que es trabajar por algo. Estoy aprendiendo el valor de la constancia. Veo un reto enorme, un reto de verdad. Fácil leer un libro, fácil aprenderme un texto, un trazo y una intención... Lo difícil es hablar de proteínas, coenzimas y carboxipeptidasas. Eso sí es un reto de verdad y ¿saben qué? Yo lo acepto. Estoy en el viaje hasta que no pueda más porque sí, se que también este castillo se puede derrumbar, pero por eso lo estoy cimentando desde ya.
Por cierto, creo que estrenamos en Diciembre. Sin embargo es otro proyecto por el que estoy a la expectativa y si por mí fuera empezaría a trabajar desde ayer.
Hace tiempo que quería escribir sobre esto y cuando lo pensaba hacía una lista enorme de razones para dejar el teatro. Hoy, sin embargo, sólo me limité a desarrollar dos o tres, con sus deliciosas contradicciones entre sí. Todo ha sido muy confuso, pero al menos tengo algo claro cuando veo a los ojos de una vaca lechera. Sigo en la lucha.
Un día de estos contaré sobre cómo me va en la carrera, sobre cómo reprobé y me sentí derrotado, sobre maestros faltos de humanidad y sentido común y sobre cuánto extraño el teatro y esta entrada no es del todo cierta, porque a fin de cuentas no estoy peleado con el teatro, sólo hemos sufrido un disgusto.
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