Con eso de que me alejé de la escuela me puse a pensar muchas cosas... Resulta que desde que tengo ratos libres mientras preparo mi exposición del famoso librito aquél (que de por sí me está metiendo más ideas raras de las que me metió la primera vez que lo leí) me desespero... necesito hacer algo... Me puse a dibujar y fue infructuoso (y frustrante)... me puse a tocar la harmónica y pasó lo mismo, el piano y lo mismo. Ya no se que hacer con este exeso de energía.
De repente me entró la loquera de hacer meditación china, pero no es muy bueno hacerla cuando tu hermana está en la habitación contigua escuchando tus gritos. Debo decir que me liberó un poco pero no sirvió de mucho porque mi hermana entró asustada y gritando ¿qué te pasa? ¿estás bien? Tuve que suspender la sesión para un día que esté solo en la casa.
Es lo que extraño (y extrañaré, si alguna vez lo dejo) del teatro... La oportunidad de sacar toda esa energía que no puedes sacar de ninguna otra manera, de escupir las locas ideas de la mente como no lo puedes hacer en papel o música. La catarsis que te permite un rato de música y alucinación sana. Estar cinco horas saltando, gritando, corriendo, azotando, llorando, riendo, sudando y tirando saliva sin preocuparme del asma o de que si alguien se asustará. Siendo yo mismo y sacando al yo que vive más adentro todavía... Liberando a esa energía que me recorre y que no es humana; que es magia, pero una magia casi divina. Y no me refiero a la divinidad religiosa, esa es muy banal, sino a una divinidad que va mucho más allá, a una divinidad real y viva.
Sé lo que necesito, necesito al teatro asiático (o danza, da igual), el teatro vivo que Artaud describe en su librito, cuya finalidad (entre algunas otras) es expresar lo reprimido, lo que no puede expresarse en la cotidianidad por uno mismo y es necesario ese espacio ritual (no ficticio) en el que podemos encarnar nuestros deseos para poder (como decía Margules) "ladrar" nuestras verdades.
Mi cuerpecito no aguanta, pero mi mente está ansiosa de nuevo y es a esa a la que hay que alimentar... El cuerpo se acaba, finalmente.
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