Me gusta que cierras los ojos cuando sonríes
y me obligas a callar cada halago furtivo.
Encuentro exquisitas tus peticiones sutiles
que alientan caprichosas mi instinto primitivo.
Vienes cada mañana llena de mil historias
que aguardan impacientes atravesar los mares
y se amontonan unas tras otras bajo el balcón;
tomando la forma de visiones estelares.
Como luces del norte tus palabras me alcanzan
y me despiertan malhumoradas y furiosas.
¿Qué más quieres de mí, Avecita delicada?
Si acato obediente tus órdenes quisquillosas.
Me gusta tu mirada cuando exiges silencio
y victoriosa te alzas como un ave de fuego.
Provocando el odio del dragón adormecido;
dispuesto y ansioso por jugar a este juego.
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