viernes, septiembre 21, 2012

Saikano. La última canción de amor.


Hace tiempo leí en una revista, creo que una Shirase, sobre Shin Takahashi. Mencionaban más que nada sus trabajos y colaboraciones, pero no profundizaban mucho sobre ellos. Lo que sí hicieron fue darle especial atención a su más reciente trabajo, en aquél entonces: Saikano.

Saikano o Saishuu Heiki Kanojo (最終兵器彼女), traducida por acá como "Mi novia, el arma definitiva" es un manga que habla sobre el amor, noviazgo, relaciones de pareja, juventud, adolescencia... Sí, como muchos otros. Lo que llamó mi atención en aquél momento fue que se trataba de un seinen, algo que andaba buscando desde hacía rato, pues ya había leído un montón de otras cosas y necesitaba cambiarle. El artículo venía acompañado de algunas imágenes que me intrigaron bastante: Trazos sencillos, un estilo de dibujo si no realista, al menos no era caricatura.

Pasó el tiempo y me encontré de repente con el anime. Era hora de echarle un vistazo. Lo primero que vi fue el trato que les da Takahashi a los personajes. Por supuesto que son estereotípicos, sin embargo la manera en que están manejados los hace lo suficientemente creíbles como para olvidar que estás viendo anime. Para ser una serie de escasos 13 capítulos el ritmo es lo suficientemente pausado como para seguir la historia poco a poco sin aburrir. Los animadores se tomaron ciertas libertades como para no hacer necesario leer el manga para entender la historia, pero la escencia de la versión impresa se mantiene en todo momento.

Finalmente Editorial Vid tuvo la buena idea de publicar el manga. Fue la última publicación de la que compré todos los volúmenes, pues sus 7 tomos me hicieron muy fácil seguir comprándola. Lo intenté con Monster, pero la falta de dinero y su extensión me obligaron a desistir. Ya no me compraba mangas con el dinero de mis padres.

Y aquí fue donde me hice fan de Saikano. No fueron las batallas, las armas ni la guerra lo que me atrapó, fueron sus protagonistas y todo el universo que existía entre ellos. A diferencia de un shoujo, Takahashi maneja muy bien los momentos de tensión, drama y romance. Ese balance es algo que cualquiera agradece.

La historia se desarrolla en una pequeña ciudad de Hokkaido durante una guerra entre Japón y un enemigo aparentemente extranjero (o una coalición extranjera) del que no se hace mayor mención. Sin embargo su presencia es parte fundamental de la historia.

En medio de esta guerra aparece la historia de Chise y Shuji, dos estudiantes de tercer año de instituto que, gracias a un atrevido movimiento de Chise, comienzan una relación.

Chise es el estereotipo de la niña torpe, enamorada de Shuji, pero tímida y callada. Es debido a esa timidez que comienza a escribir un diario en el que escribe todas las cosas que no le puede decir a Shuji en persona. Este diario cobra bastante fuerza en la versión animada.

Shuji, por su parte, es un estudiante promedio, bueno en los deportes y con un cierto atractivo para las chicas. A Chise le cuesta trabajo acercarse a él al principio, no por una actitud prepotente de Shuji, sino simplemente por su carácter extrovertido y hasta cierto punto despreocupado.

Hasta aquí las características comunes a cualquier manga/anime. Lo que me gustó mucho fue el uso de las metáforas en el manga y que se mantienen, hasta cierto punto en el anime.

Estamos ante una historia llena de secretos; secretos dolorosos, todo en medio de una guerra contra un enemigo desconocido. En primer lugar la lucha de Shuji por apoyar a Chise aún sin saber qué es lo que pasa en la mente de ella. Durante los primeros capítulos Chise pasa de ser una niña torpe y callada a una niña no sólo torpe, sino que se va debilitando poco a poco por razones hasta el momento desconocidas.

Y por el otro lado está Chise quien, después de por fin lograr uno de sus desafíos más grandes (hacerse pareja de Shuji) un día despierta con un secreto que decide arrastrar con ella con tal de proteger y hacer llevadera la relación con Shuji.

La guerra de Japón es un reflejo de la guerra que ambos personajes han comenzado entre ellos. Una agencia del gobierno japonés secuestra a Chise y, después de una serie de experimentos (de los que tampoco se hace gran mención) la convierten en el arma definitiva que podrá defender a Japón de ese enemigo desconocido. Un enemigo desconocido con el que Chise tendrá que lidiar prácticamente sola. Chise no sabe qué pasará si confiesa a Shuji lo que le ha ocurrido, empieza ahí también su guerra personal.

Lo que le ocurre a Chise es que su cuerpo ha sido violentado, mutilado, transformado por un hombre a quien ella ha llegado a conocer muy bien. Este hombre está representado por Kawahara, jefe del proyecto que convirtió a Chise en un arma y que se ha convertido en una figura siniestramente paterna para Chise.

Las heridas psicológicas que ella ha sufrido tras los experimentos con su cuerpo se hacen visibles con una cicatriz en el pecho casi infantil de Chise.

¿Cómo le dice a su pareja que su cuerpo ha sido violentado de tal manera? Tras un bombardeo en la ciudad, Shuji descubre a Chise parada en medio de los escombros, con la mirada perdida y las cicatrices en su cuerpo, en forma de un enorme cañón en su brazo y un par de alas metálicas. Todo comienza a cobrar sentido para Shuji.

Aquí es donde el manga me atrapó definitivamente. Shuji hará todo lo que esté a su alcance para que Chise olvide lo que han hecho con ella, cosa que a lo largo del manga va siendo cada vez más difícil y termina decidiendo sólo ayudarla a sobrellevarlo. El daño en ella no tiene arreglo.

Chise poco a poco va siendo devorada por lo que le hicieron en el pasado, al grado de no pensar ya en el bienestar de los demás. La convirtieron en un arma, amargaron sus mejores momentos y los demás tendrán que pagar las consecuencias.

Con el tiempo y gracias a Shuji, Chise logra sobreponerse del daño que le hicieron, sin embargo nada de esto fue gratis. Chise tuvo que sufrir mucho para al fin darse cuenta de que el futuro entre ella y Shuji es más brillante que toda esa amargura que ha guardado durante tanto tiempo.

El final entre el manga y el anime es distinto, sin embargo la interpretación que se puede dar es muy similar. Las ciudades, países, la humanidad misma y todo al rededor de Chise y Shuji queda destruído, sea por un desastre natural o por Chise misma. El único sobreviviente es él.

El universo entre ambos queda reducido a sólo ellos dos. No existe nada más y esto es acentuado por el fondo blanco en las últimas escenas. Por supuesto que no hay nada más, cualquier problema en su futuro lo afrontarán el uno al lado del otro. Chise ha logrado destruir la barrera que no le permitía ser feliz a lado de Shuji. Ha logrado destruir el pasado que tanto dolor le causaba y ha dejado atrás a todos aquellos que le hicieron daño. Sólo quedan ellos dos.

Las metáforas en este manga son profundamente bien elaboradas. Están pensadas para que no nos demos cuenta de lo que realmente le ocurrió a Chise y pensemos en que sólo es un experimento del gobierno con un cañón y alas metálicas pero, ¿qué hay más allá? ¿Qué hay cuando quitamos todos los adornos a la historia? Queda una historia descarnada con una pareja de chicos que tienen que lidiar con un pasado lleno de heridas.

Y es por eso que Saikano es mi manga favorito, lejos de Evangelion que no busca metáforas, sino que lanza tiros y tiros al aire buscando pegarle a algo. Saikano muestra la humanidad de los personajes realizando la operación inversa, despojándolos de su humanidad, volviéndolos máquinas.

viernes, septiembre 14, 2012

Segundo impacto

Me acuerdo de mis épocas ñoñas... Más ñoñas que ahora, creo. Me gustaba escribir fanfics y esas cosas que a nadie le interesan, pero todos fingen que sí, para que de esa forma podamos pedir que nos lean.

Siempre he sido fan de Evangelion, aunque no creo que sea la máxima representación del anime. O sí, no se. Tal vez era mi edad y las cosas por las que pasaba la primera vez que lo vi. Seguramente como a la gran mayoría de los fans les sucedió; después de todo, no son gratuitas todas las referencias a la psicología y demás. Esta serie me hizo experimentar un montón de sensaciones, cosa que nada había logrado en mucho tiempo. Por eso me sigue gustando.

Por aquellas épocas escribí esta carta, un poco basado también en algunos libros que tenía mi papá sobre la segunda guerra mundial.

Era perceptivo y sensible. Creo que si intentara hacer algo similar o mejorar esto sería muy difícil. Así que mejor lo dejo como está, a fin de cuentas lo escribió alguien de mi edad, en aquél momento.

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Septiembre 13, 2001.

Hace exactamente un año que ocurrió la catástrofe. Aún hoy, cuando abro los ojos por la mañana, puedo ver ese resplandor por todo el cielo.

En aquél entonces yo vivía en una provincia cercana a lo que en algún momento fue la metrópoli de Tokyo. En ese lugar pocos habitantes profesábamos el catolicismo; la gran mayoría eran budistas  y sintoístas. Fue desde la llegada de mis abuelos desde Italia que nuestra familia se convirtió a otra religión

Mi círculo de amigos se conformaba de cuatro jóvenes, incluyéndome a mí. Los otros tres eran: Takashi Tomiyama, el líder del grupo y más popular entre las chicas. Después estaba Mamoru Kobayashi, el protegido de todos debido a que no era muy fuerte; era pequeño de estatura y un poco introvertido. Por último está mi mejor amigo, Takateru Shirakawa, a él sólo le interesaba sobresalir en los deportes y gustaba de enfrentar todos los retos que se le presentaban.

Hacia 1998, Mamoru se fue a vivir a China, debido a que habían trasladado a su padre a trabajar en ese país; todos nos preguntábamos cómo le iría al pobre chico en un país distinto, pero siempre confiamos en que lo lograría.

Un año después siguió Sempai Tomiyama; él se fue a vivir a Hokkaido pues le ofrecieron una beca por 3 años en una universidad cerca de esa región. No nos dijo nada hasta el último día. A pesar de todo no era tan fuerte como aparentaba y le dolía abandonar su lugar de origen. Por último sólo quedábamos Shirakawa y yo. Durante ese año no ocurrió gran cosa, todo transcurría como siempre; tanto como si nuestros dos amigos siguieran con nosotros.

Fue en esa época cuando aprendí muchas cosas de Shirakawa; él me enseñó que cuando alguien tiene que irse lejos nunca regresará con las manos vacías, pues traerá muchas vivencias y transmitirá lo que haya experimentado. Sigo agradeciéndole esas palabras, pues me han ayudado a sobrellevar lo ocurrido un año después.

Era el día 13 de septiembre del año pasado; yo estaba con Shirakawa en el centro de videojuegos. Repentinamente las máquinas comenzaron a fallar y el piso a sacudirse; el pánico no se hizo esperar pues era obvio que se trataba de un terremoto. No pasaron más de dos minutos para que nos diéramos cuenta de nuestro error.

Al principio el cielo comenzó a oscurecerse, mientras todo albergaba una aparente calma; la electricidad regresó y la tierra dejó de temblar. Recuerdo que Shirakawa comentó: "Increíble, un terremoto y un eclipse al mismo tiempo", a lo que yo le contesté que nadie había anunciado nada sobre un eclipse.

Justo en el momento en que terminaba de decir esto, ambos giramos la cabeza hacia el cielo y notamos una extraña figura formada por varios rayos de luz. Después de esta aparición una serie de explosiones estremeció la tierra; los escombros volaban por todas partes. Shirakawa corrió hacia mí y me lanzó lejos de donde me encontraba; los escombros cayeron sobre él justo antes de que todo estallara a pocos metros delante de mí. Fueron esos pocos metros a los que me empujó Shirakawa los que me salvaron la vida.

Más de 3000 personas murieron frente a mis ojos, incluyendo a mi mejor amigo; yo sólo salí con varios huesos rotos. Después de la explosión no supe nada más, pero de alguna manera me encontraron entre el concreto y metales retorcidos. Desperté pocos días después en un hospital improvisado; mis heridas se infectaron y tuvieron que amputarme un brazo.

 Pocos meses después los medios de comunicación que quedaban comenzaron a dar el anuncio de que lo ocurrido había sido causado por la caída de un meteorito sobre la Antártida y que fue algo similar a lo ocurrido 65 millones de años atrás, cuando se extinguieron los dinosaurios. Nunca se dio explicación alguna a las formaciones de luz en el cielo.

Según mi religión, este pudo haber sido el Apocalipsis narrado en las sagradas escrituras; por lo que oré durante mucho tiempo para que la tragedia nunca volviera a ocurrir.

En la actualidad casi nada ha logrado reponerse a esos acontecimientos. Yo vivo en un albergue ubicado en lo que alguna vez fue el distrito de Nerima. No he logrado reponerme de mis heridas físicas y mucho menos de las psicológicas, pero puedo decir que, gracias a Shirakawa, aún estoy vivo.

Hace poco me enteré de que ninguno de mis amigos sobrevivió a lo que los científicos llamaron “El segundo impacto”, así que recé algunas plegarias para que descansaran en paz. Mi familia tampoco sobrevivió y yo fui el único de tres hermanos que aún se encuentra aquí.

Puedo decir que, a los 17 años de edad, he vivido el infierno y he madurado unos seis años.


Kei Sawaguchi  13/09/2001

lunes, septiembre 10, 2012

Always malaise.

               Chasing my damage...


                                      Because I was... The man I am...


Otra vez Interpol revolviendo mis posts.

Algo que odiaba era que la gente diera por hecho cosas sobre mí sólo por cómo me comportaba con ellos. Sólo por ser amable ya era amable en la vida. Sólo por ser generoso ya era generoso en mi andar diario.

Lo detestaba. Me presionaba tanto.

A veces me parecía un poco interesante y no sabía por qué.

La mayoría de las veces era el obstáculo más grande en mi formación como actor. Todavía lo es, pero ya no es tan grave.

Y no era por tratar de cumplir con expectativas. Eso sí pasó, pero por razones totalmente distintas. Era porque yo mismo creía que tenía la obligación de ir de acuerdo a una idea preconcebida de quién y qué era yo. Idea preconcebida del mundo, no mía, claro. Me daba la sensación de que si no era así algo podía pasar y no quería investigar qué.

Por supuesto que muchas cosas podían pasar. En primer lugar estaría más cómodo habitando mi piel. Eso, de entrada, ya era bastante.

¿Por qué tengo que saludarte si no me interesa o no tengo idea de cómo hacerlo? Generalmente es lo segundo. No se tratar con la gente; mis habilidades sociales son menos que básicas. Así que ¿por qué he de forzarme a hacer algo que no se? Lo intentaré cuando no me vea obligado a hacerlo, cuando yo lo decida. 

Saludar es un ejemplo. Otros serían sonreír, aceptar hacer un favor, rechazar una invitación... Etc.

Al diablo lo políticamente correcto.

Nunca he dicho que no sea egoísta. Tú, más que nadie, lo sabes. ¿No?

Siempre he sido así. Pero no siempre por fuera. Por eso he estado solo la mayor parte de mi vida. Sin contar a dos o tres personas que llegaron y se quedaron. A pesar de todo.

Por eso no los dejo ir.

Que difícil es escribir sin metáforas.

Tal vez por eso esto no fue publicado cuando lo escribí. Es difícil leerlo y no creo estar listo para publicarlo ahora.

La metáfora me permite hablarme de una cosa y hablarle al mundo de otra. Hace las cosas más fáciles. Siempre ha sido así. No es por miedo. Sólo le permito al lector leer lo que quiere mientras yo digo y saco todo lo que necesito sacar. Todos contentos.

Además es interesante recibir múltiples lecturas de algo personalísimo. Es como si el lector se apropiara de lo que siento e hiciera suyo el sentimiento. Le agrega sus dolores, sus tristezas, su alegrías... Sus monstruos.

Es como crear un mutante.

Pero hoy no.

Si no publico esto hoy no es por mí. Es porque finalmente soy un ser humano y no soy tan frío como pareciera.

Seré egoísta, pero también prudente.

El internet es enorme, pero también acorta distancias.

jueves, septiembre 06, 2012

El destino de los conejos


En el momento en que la luna es el único farol en el cielo, el conejo sabe que es hora de despertar. No hay mejor hora para los conejos que la hora en que el cielo se torna índigo.

El conejo salió de su agujero en el árbol y caminó lentamente hacia el lago. Dando largos pasos con sus enormes patas. Olfateando el aroma de los pinos alrededor y sacudiéndose la corteza del árbol que al salir se le había pegado al cuerpo. Con mucho cuidado tanteaba el terreno, pues sabía que de vez en cuando la tierra puede desaparecer bajo sus pisadas. Los conejos tienden a caer repentinamente en la tierra y nunca más se los vuelve a ver.

El conejo de esta noche tuvo suerte. Llegó al lago sin que fuera tragado por la hierba.

Ya en la orilla, el conejo bebió un poco. Después levantó la cabeza y estiró el cuello tan alto como pudo. Su cuello serpenteaba mientras subía más y más y finalmente se detuvo cuando vio la luz de la luna alumbrando las copas de los árboles. Tomó una gran bocanada de aire y volvió la cabeza al lago. Miró a ambos lados y, tras asegurarse de que no había nadie cerca, caminó sobre el agua hasta alcanzar el centro del lago, encogió sus patas, abrió sus enormes alas y levantó el vuelo. En el aire, el conejo rugió como sólo los conejos pueden hacerlo y sus ojos se iluminaron de un azul oscuro como sólo los ojos de los conejos se pueden iluminar. El conejo giró su cuerpo hacia el bosque y con un movimiento de sus alas le dio a este la última brisa del verano.

Como cada año, al final del verano, un conejo se va despidiéndose del bosque y nunca nadie vuelve a verlo.

Ese es el destino de los conejos.