martes, abril 26, 2016

El elefante de Arabí



¡Elefantes!

Papá dijo que si me despertaba temprano hoy saldríamos a comprar elefantes. Desde que era pequeña sólo había escuchado hablar sobre los elefantes pero jamás había estado cerca de uno. La primera vez fue en televisión.

Aquél día había olvidado terminarme las zanahorias, por lo que fue imposible para mí salir a jugar al parque. El parque podía esperar, mis zanahorias no. Me llevé a la sala todas las que encontré abandonadas en mi plato y me dispuse a devorarlas mientras veía la tele. No recuerdo qué berrinche hizo el aparato, pero comenzó a cambiar los canales como loco. Creo que quería de mis zanahorias, pero terminarlas era un trabajo que sólo podía hacer yo. Me sentí un poco apenada. Las terminé más rápido de lo que pensé para no sentir la mirada de envidia que caía sobre mí, entonces la tele se quedó en un solo canal.

Ahí hablaban sobre las proezas de los elefantes. Sobre cómo habían sido grandes guerreros a cargo de vastos ejércitos luchando por conquistar tierras lejanas. Cómo habían sobrevivido a los poderes de la naturaleza, pero habían perdido los suyos propios en la batalla. Parecían enormes magos, como los de los libros de caballeros, con largas barbas y cabelleras y mantos que los cubrían que sólo podían significar que eran poseedores de rangos importantísimos en sus reinos antiguos.

Lo que más me sorprendió fue que eran capaces de realizar distintas proezas con el poder de su mente: “Son poseedores de una memoria que está más allá de nuestro entendimiento”, decía la tele. Papá me explicaba que los elefantes podían recordarme después de muchos, muchos años de haberme conocido. Además me dijo que podían vivir mucho más de lo que yo creería. Y eso debe ser bastante, parecen tan arrugados que al menos deben tener cien o doscientos años más que mi tía Pasita.

También vi que había elefantes muy famosos que trabajaban como actores en los circos más importantes del mundo y que hasta los presidentes de muchos países les han pedido autógrafos para sus hijos. Yo quisiera uno para mí. Ojalá que mi papá sea presidente un día y me traiga el autógrafo de un elefante famoso. Lo malo de todo eso fue que la vida del espectáculo no es lo que más les gusta, parecen tristes. Yo también lo estaría si tuviera que sacrificar a mi familia y mi casa por una vida de éxito en el espectáculo. Debe ser duro.

Algo que me emocionó mucho fue ver la enorme cantidad de elefantes deportistas. Tienen su propia liga de fútbol elefantil y creo que algún día podrían jugar el campeonato mundial y tal vez hasta ganarlo. Son muy buenos jugando al fútbol. Aunque mi papá diga que el mejor equipo de fútbol está formado por chivas, yo creo que los elefantes podrían darles una lección.

Después de que terminó el programa llamé por teléfono a mi papá que estaba dormido y soñando que vivía en China, a propósito, fue mi primer llamada de larga distancia, así que haré un dibujo sobre eso. ¿En qué estaba? ¡Ah sí! Llamé a papá y le pedí que por favor me consiguiera un elefante para que me enseñara trucos de magia, que me enseñara a cantar y bailar y tal vez podría jugar ajedrez conmigo. Papá me devolvió la llamada prometiéndome que el fin de semana iríamos a la tienda donde venden elefantes y podría elegir el mío, del color que yo quisiera y que hasta podría ponerle nombre. Estoy ansiosa. Llegó el día, así que voy a despertar a papá ¡No quiero llegar tarde!

sábado, abril 16, 2016

autoestereo1.jpg



She said "Listen carefully"... And there was Mr. Aids dancing like a monkey. Like a raped monkey.

It was funny. Specially when he yelled at her. "Here, put on some lipstick". He did it. He draw a pink butterfly on her chest and continued dancing. Like a tap ballerina. Or a raped monkey, it doesn't matter.

"You rock Mr. Aids!", she said. But, somehow, I couldn't do anything about the fact that she was crying all over the floor. And he was in a long laugh. With all of his yellow teeth crawling from his mouth. It was an incredible scene. Surprisingly, I wasn't crying too, but I just hugged myself and spat at my image through a broken mirror.

A broken mirror which showed Mr. Aids his deformed self. Then it was my turn to laugh. To laugh at his white, spooky face. To laugh at that disgusting man. At that raped monkey.

I couldn't help it. It was my deepest disire. I just wanted to watch his transformed face. I laughed until i throw off my breakfast.

He shot right between my eyes.

It's ok. I'm ok.

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No tiene nombre oficial, así que...