jueves, abril 02, 2015

Las reliquias de Las Profundidades

Hace tiempo que no escribo y resulta que Viry, la novia gamer, vio un concurso en Facebook para hacer un fanfic sobre Nami de League of Legends. Me pasó el link y me animó a escribir un cuentito. Y pues aquí está, gane o no gane nada al menos fue un buen ejercicio para volver a la escritura.

Update 07/04/2015: No ganó. Se resumió todo en la capacidad crítica (escasa) de los jueces :)

--------------------------------------------------------

Nami
Nami. La Invocadora de Mareas

Mar del Guardian. Habían pasado seis horas desde que Nami abandonó la seguridad de su pueblo. El miedo estaba ganando terreno sobre la determinación que tiempo atrás recorría su cuerpo y comenzaban a surgir muchas dudas sobre la decisión que había tomado: Tomar el lugar de un Invocador de Mareas y encontrar la piedra lunar que salvaría a los Marai.

No habrá piedra lunar sin antes obtener una perla abisal para intercambiarla. Nami pensaba que tomar una responsabilidad doble y de tal magnitud era la cosa más tonta que había hecho en su vida, pero no había marcha atrás. Pensar en su pueblo le daba coraje para seguir adelante y no desistir. Por supuesto que tenía miedo, es parte de cualquier ser vivo, sin embargo no estaba segura de que su poder fuera suficiente ante los peligros de Las Profundidades. Era una Marai joven y con poca experiencia en combate. Confiaba en su entrenamiento y su poder, ella misma sabía que cualquier Marai con poder similar al suyo era ya muy viejo como para sobrevivir una pelea o un viaje tan largo. “Debo ser yo”, pensaba.

Su única compañía eran trozos de coral luminoso que llevaba consigo para iluminar su camino en aguas tan profundas. De vez en cuando se topaba con criaturas marinas que la miraban con curiosidad. Los Invocadores de Mareas se adentran en esa zona cada cien años y observarlos es un espectáculo extraño. Para algunas criaturas es un honor acompañarlos en su camino, pero pronto se alejan sabiendo que su viaje no es el más seguro de todos. Esto le daba a Nami una sensación de falsa seguridad. A veces pensaba que nunca encontraría la perla abisal que buscaba. No sabía ni cómo era ni en dónde se encontraba exactamente.

A tres días de su viaje Nami comenzaba a perder la esperanza. Ella pensaba que había fracasado y no sabía si volver o continuar. Sumida en una profunda tristeza apenas se percató de un sonido a lo lejos. Eran gritos. Alguien pedía ayuda en la oscuridad de Las Profundidades. Nami se ató el coral al cuello y nadó hacia los gritos tan rápido como pudo. No tardó mucho cuando observó a lo lejos un grupo de serpientes de mar atacando a un pequeño pez. Los ojos de Nami se iluminaron de ira al observar esa terrible escena. Agitó su báculo y el agua se agitó fuertemente alrededor de las serpientes. Ellas siseaban a Nami, retándola, pero ella no se inmutó. “¡Largo de aquí!”, les gritó. Y las aguas se agitaron nuevamente. Las serpientes huyeron y se perdieron en la oscuridad.

“¿Estás bien?”, preguntó Nami, con una voz tan dulce que el coral en su cuello se iluminó un poco más y las aguas parecían menos frías. “Sí”, respondió el pez. Su voz se escuchaba rasposa y emitía pequeños quejidos al tratar de hilar las palabras. “Gracias”.

“Estás herido”, soltó Nami, preocupada por haber llegado tarde. “No es nada, pequeña”, dijo el pez, “Sólo una aleta rota y un par de mordiscos”. La verdad es que sus heridas eran graves, pero al ver el rostro preocupado de la Marai, el pez trató de ocultar la verdad. “Finalmente soy sólo un viejo pez, Rag, me llamaban. Ya no puedo vivir en la superficie y mis fuerzas no me dan para volver”.

Nami estaba asustada, así que trató las heridas de Rag lo mejor que pudo. Usando el poder curativo del agua cerró cada mordisco de serpiente. La aleta era otra historia; estaba rota y Nami sólo podía aliviar su dolor, pero no más.

Nami y Rag viajaron juntos un par de días más. La compañía mutua aligeraba un poco el duro viaje de ambos, aunque Rag no tenía ya un rumbo fijo y en una de sus charlas le confesó a la Marai que se encontraba en Las Profundidades para vivir sus últimos días. Esto era nuevo para Nami; ella nunca había conocido a nadie tan consciente de su muerte, pero al mismo tiempo tan tranquilo y en paz. Ella sintió mucho respeto y admiración, pero también tristeza al pensar en que alguien viva sus últimos días en la soledad de un lugar como ese.

“Debemos desviarnos aquí”, dijo Rag. “Hay algo que encontré hace tiempo mientras deambulaba por esta zona y creo que tú le darías un mejor uso que yo”. Nami hizo caso al pez, un poco renuente al principio, pues temía desviarse demasiado de su destino. Al cabo de un par de horas llegaron a la entrada de una caverna submarina. Ambos entraron y a lo lejos, muy en el fondo, podía verse un extraño resplandor. “Es ahí, démonos prisa”, dijo el pez. Cuando llegaron a la parte más profunda de la caverna Nami no podía creer lo que veían sus ojos. Eran objetos dorados, joyas, armas y corales luminosos de muchos colores.

Lo que llamó especialmente la atención de Nami fue una armadura Marai. Ella no tenía la más remota idea de cómo eso había llegado ahí. Le quedaba perfectamente. Más allá, apoyada contra una de las paredes de la caverna había una espátula dorada. Estaba hecha con oro de los abismos. Nami no lo pensó dos veces y la tomó. Era pequeña, pero pesaba casi tanto como su báculo.

Nami apresuró a Rag para irse de ahí, debían continuar su camino. Sin embargo Nami no puedo evitar echar un último vistazo a la caverna y fue así que entre un viejo casco y algunas joyas notó un resplandor muy peculiar. Los ojos de Nami se abrieron como un par de ostras: “¡No puede ser!”, exclamó. “¡Una perla abisal! ¡Eso debe ser una perla abisal! El anciano del pueblo dijo que la reconocería al verla. Esa tiene que ser la perla.”. Nami estaba tan emocionada que no se percató de que las serpientes los habían estado siguiendo los últimos días de su camino.

La Marai nadó hacia la perla y retiró velozmente los objetos que estaban encima, pero tomó la joya con mucho cuidado. La acercó a sus ojos y esta se reflejó en sus pupilas con un hermoso resplandor nacarado. Tan perdida estaba Nami con lo que había encontrado que tardó un par de segundos en reaccionar cuando Rag gritaba desde la entrada de la caverna. Eran las serpientes.

Nami agitó su báculo nuevamente, pero esta vez las serpientes estaban preparadas. Tres de ellas nadaron hacia Nami cortándole el rostro con la punta afilada de sus colas que azotaban como látigos. Los ojos de Nami se encendieron nuevamente. Las paredes de la caverna vibraban y se agrietaban con la fuerza del agua en su interior. “¡Usala!”, gritó Rag. “¿Usar qué? ¿La espátula?”, preguntaba Nami asustada. “¡No es una espátula, niña, es un arma!”. Gritó Rag con sus últimas fuerzas. Nami no sabía qué hacer, tomó la pequeña espátula entre sus manos y creció al tamaño de su báculo. Un resplandor iluminó la caverna entera, el brillo era tan luminoso que parecía que se encontraban en la superficie. Las paredes y el techo se desmoronaron y las serpientes fueron succionadas por un fuerte remolino de agua. Nami nadó velozmente hacia la salida, tratando de alcanzar a Rag, pero estaba tan débil que fue succionado también. Nami sólo pudo observar cómo la caverna se derrumbaba sobre su pequeño amigo.

Nami permaneció durante horas llorando frente a los escombros de la caverna, aferrada a la espátula, su báculo y la pequeña perla abisal.

“No llores niña, levántate”. Escuchó Nami, pero no había nadie. Parecía la voz de Rag, pero era más profunda, sonaba como tambores de guerra. Nami trató de buscar en la profundidad del abismo en el que se encontraba, el pequeño coral en su cuello apenas iluminaba. Poco a poco Nami percibió frente a ella un par de enormes ojos, en un rostro mucho más grande que su propio cuerpo. La pequeña Marai se pegó asustada a las rocas en la entrada de la caverna. “Soy yo, Rag”, dijo ese enorme ser. “Soy el dragón guardián de Las Profundidades y protector de las reliquias del abismo. Tú pequeña, has demostrado ser merecedora de la perla abisal que tienes ahí. Hace tanto tiempo que no venían Invocadores de Mareas”. “Pero yo…”, interrumpió Nami. “¿No eres una Invocadora? ¿Crees acaso que los Invocadores de Mareas reciben una invitación para venir? No niña, es el destino lo que los trae aquí”. Nami estaba confundida, entendía poco de lo que estaba ocurriendo. Finalmente Rag la tranquilizó: “Yo sabía que venías. Todo esto fueron pruebas para ti. Lo lograste”.

Rag dio instrucciones a Nami para volver a salvo a su hogar, además le habló sobre la espátula dorada. “Esa espátula que llevas ahí es una poderosa arma usada por una raza de antiguos guerreros de las profundidades. Consérvala y úsala con sabiduría”.

“Gracias Rag”, dijo Nami. El dragón lanzó una ligera corriente de agua hacia el coral en el cuello de Nami y éste recuperó su intensidad. “Buen viaje, Invocadora de Mareas”, le dijo y se alejó en las oscuras aguas de Las Profundidades.

Nami volvió a su pueblo. Nadie podía creerlo. Muchos pensaban que nunca lo lograría y que no podría volver. La pequeña Marai demostró ser merecedora del título de Invocador de Mareas y fue recibida con gran alegría y admiración. Nami había cambiado para siempre, sabía que era capaz de cosas más allá de su fuerza. A nadie comentó sobre Rag y dió pocos datos sobre su aventura; mantuvo la espátula en secreto. Nami sólo podía pensar en lo que le esperaba allá afuera, en tierra firme. Encontrar la Piedra Lunar sería su siguiente misión y estaba decidida a cumplirla.

LoL Summoner Name: Altereishon.
--------------------------------------------------------