viernes, junio 19, 2009

Sobre la violencia...

Por mucho tiempo Artaud ha sido una de mis principales influencias, no precísamente por lo que fue, sino por lo que dejó. La crueldad y la violencia siempre fueron para mí temas apasionantes desde el punto de vista tanto estético como dramático. Aunque con ambas cosas es muy fácil caer en un vicio terrible y uno es susceptible de transformarse en un creador efectista; llámese actor, director, escultor, you name it. Cuando aprendí que el teatro no sólo servía para "expresar", tuve la curiosidad de saber para qué más. Fue ahí donde un mundo enorme se abrió ante mis ojos.

Entonces apareció lo violento, lo erótico, lo cruel. Instintos puramente básicos, pero es ahí, en esa simpleza animal en donde se encuentran las herramientas más eficaces para ser escuchado y que lo que dices resuene no sólo en la cabeza y los oidos del espectador, sino también en sus pechos y estómagos. Hace tiempo escribía que para llegar a la gente no basta con hacerlos llorar o reír; antes de que empiecen a disfrutar lo que haces debes provocarles náuseas. Para qué? Es sencillo: La gente retiene y empatiza más con aquello que duele, con lo que lastima. La conexión creador-espectador es mucho más fácil si no se busca la delicadeza.

Transgredir al otro sin tocarlo, sin dirigirse a un individuo en sí, sino a una raza. Cuando violentas a un ser humano violentas a todos y eso el espectador lo siente. No es nada nueva la violencia teatral, incluso cuando por primera vez un actor rompió la cuarta pared y se dirigió a un miembro de la audiencia ese acontecimiento fue violento en sí mismo. El teatro nunca volvió a ser igual desde entonces. A partir de ahí el teatro se ha convertido en una herramienta de protesta, aunque yo prefiero llamarla de exposición. La violencia proviene de sensaciones meramente egoistas, nadie es violento por un bien común. Ni siquiera las revoluciones responden enteramente a un beneficio total para la comunidad.

Exponer la violencia inherente en la mente humana es descubrir los deseos de cualquiera y al mismo tiempo ofrece una perspectiva de un acto tristemente común, simple y básico. Con consecuencias y todo. Cuando el espectador se retuerce en su butaca la exposición ha sido todo un éxito.

El mundo cotidiano es frágil, las barreras entre seres humanos también, aunque muchas veces resultan ser demasiado gruesas. Pero siempre es posible romperlas y entrar en ellas como un furioso huracán, hacer los destrozos dentro y permitirle sanar. Lo que se buscaría con esa sanación es que el espectador hurgue en su interior, hacerlo reciclarse y renovarse. El creador mismo se recicla también con cada barrera que rompe. Todo es recíproco y nadie se va con las manos vacías.

La violencia, finalmente es una manera de hacer las cosas. Es una forma de agrietar murallas para finalmente ser derrumbadas. El teatro (o cualquier otro arte) es la herramienta para lograrlo y el creador es un ejecutante. De su pericia con la herramienta depende el éxito del método.

Se que dejo muchas cosas inconclusas, pero hey... Justo ahora me bloqueé por un percance con mi memoria, así que aquí dejo esto antes de comenzar a divagar.

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Now playing: Concha Buika - Ay de mi primavera
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